Benito Quinquela Martín (1890-1977) es uno de los pintores más reconocidos en el país.

Así como se identifica a Lola Mora como la escultora más importante, tanto por sus grandes monumentos como porque retrató el poder de su época, por el contrario, a Quinquela Martín se lo vincula con los obreros, los desposeídos, los oprimidos. El artista definió con sus colores La Boca, el puerto, los trabajadores; en definitiva, lo que él mismo fue, su mundo.

Quinquela Martín pasó sus primeros años recluido en un orfanato hasta que una familia lo adoptó; ayudó a su padre en la carbonería y luego cargó esas pesadas bolsas en el puerto.

Pasaron años para que su talento con el arte le valiera el éxito, pero en su largo recorrido tiene en su haber la fundación de un sindicato y un partido de artistas, que, recuerda Juan Carlos Iramain, sacó ocho votos.

Esas gruesas texturas, esos empastes que crea con su pincelada y la riqueza de su paleta, se transformarán con el tiempo en definiciones más sutiles en los dibujos, en las aguafuertes, que marcarán su trabajo desde los 40 en adelante; las espátulas habían reemplazado tempranamente los pinceles.

Cambio de manos

A mediados de semana se inauguró una muestra de una docena de sus obras en Yerba Buena (en Estudio Concreto, ubicado en avenida Perón y Thames en el complejo Yerba Buena Design; hasta el 18, podrá visitarse de 18 a 21), y unos minutos antes de la apertura ya estaba vendida en el 75%. La concurrida velada terminó luego de la medianoche con casi todos sus trabajos en otras manos.

De unos coleccionistas privados, las obras pasaron a otros. ¿Inversión? ¿Interés artístico? “Son esas posibilidades las que existen”, afirma Segundo Ramos, el curador de la exposición, ante una pregunta de LA GACETA. Ramos apunta que durante la década del 70, el artista había sufrido un ACV que le impedía trabajar con la mano derecha, y recurrió a las técnicas mixtas.

Se exponen cuatro aguafuertes, una carbonilla, cuatro técnicas mixtas, un óleo, dos objetos pintados por el artista y varios manuscritos de su autoría, que son propiedad de coleccionistas privados tucumanos, de Salta y de Buenos Aires. El jarrón intervenido y pintado al óleo es una rareza, pero U$S 2.000 lo capturaron.

En 1943, Quinquela Martín expuso en esta ciudad, invitado por el Gobierno: dos pinturas suyas quedaron en propiedad de familias locales y una en manos de los Patrón Costas (Salta). En el Museo Provincial Timoteo Navarro se conserva, restauración mediante (demoró 15 meses), “Viejo puente de Barracas”, un cuadro de 1,60 x 2 metros de la década del 30, un clásico de los suyos.

Los obreros

La cotidianeidad laboral está presente en las pinturas y dibujos de Quinquela Martín, a quien se considera el más popular de los artistas en Argentina como se ha escrito; aparecen el Riachuelo, la Vuelta de Rocha, los barcos y los obreros, a los que representa trabajando, explotados; no desocupados o inmigrando como lo hizo Antonio Berni ni luchando con gran energía como los pintó Ricardo Carpani.

Quinquela no sólo era popular por su arte, sino también por su humildad y generosidad. Iramain recuerda, en su autobiografía denominada “El apóstol”, que los martes se reunían en su estudio a comer tallarines y beber vinos italianos. Además, había fundado la peña del café Tortoni, al que concurrían desde Antonio Machado y Federico García Lorca hasta Alfonsina Storni.

En 1923 realizó su primera presentación en Europa: París, Italia y Londres; luego partió a Nueva York y Cuba, y ganó premios nacionales.

“No me considero atado a nada, ni siquiera al realismo. Puede ser que la realidad sea un punto de partida pero no de llegada. Creo que el artista debe representar el estado de la época en que vive y eso es lo que hago”, sostuvo el creador.

Fundó la Escuela de Artes Gráficas para Obreros, todo en La Boca, donde había nacido; y en 1947, la “Orden del Tornillo”, otorgando esa distinción a diferentes personalidades en desopilantes ceremonias. Era un homenaje a esos artistas que se destacaban, escritores, personajes o personalidades muy importantes. Decía que esa gente, tan especial, tan creativa, que le hacía bien a la humanidad, estaba un poco loca, que le faltaba un tornillo.

Las historias y anécdotas sobre Quinquela Martín son numerosas, inacabables. Pero sobre todo están sus pinturas, su arte, sus líneas y colores. Su paleta llevó a La Boca a muchos rincones del mundo e inmortalizó ese rincón porteño.